jueves, 11 de abril de 2019

Resplandece.


Al caer otra noche de verano en medio de las infinitas nubes de tormenta pude verlo emerger, Las alas del señor celestial se habían abierto, Ziz vive… La tormenta enmudece con el canto del celeste ser impío. Las blasfemas alas color sangre con su agitar generaban huracanes que ofendían al dios vivo, trayendo consigo a su más tenido semejante, la muerte. Con estos dos luceros podridos vi al culto del nuevo Fénix alzarse. El gran rey de los cielos era Dios ahora y yo un simple espectador.

Veo incrédulo el desfile de negras capuchas andantes desde lo alto de un viejo intento de puente a medio construir. Se dirigen a la plaza del pueblo. Simplemente dirijo mi camino a casa, una taza de té será buena para esperar a que esta mierda termine. Los nuevos dioses siempre son así, llegan, invaden, tratan de establecerse, la sangre corre y el ciclo de hermandad continúa. Ziz abre sus alas majestuosas y el sonido que emite resulta tan hermoso que los hombres y las mujeres comiencen a seguirle. Así emerge Ziz la reina de los cielos se ha dignado a volverse humana.

Los viejos, como siempre, desesperados por salvación, se vuelven fieles sirvientes, los niños son sometidos a lavado de cerebro, el mismo cuento. Ziz me ordena terminar con sus vidas…El tiempo no es un lujo para mí.

Mi destino me llevó hacia las nievas tierras de la obscuridad naciente, he ahí entonces cuando al llegar a la colina más empinada del noveno circulo infernar cuando todo nosotros, enfermos y decadentes  ambulantes. De repente me vi completamente sólo en las neblinas de un espeso pantano. 

Fue entonces cuando pude verme entre aquella multitud de túnicas negras y canticos abisales y fue entonces cuando pude verla. Ziz en todo su esplendor. Acercando un cáliz del más embriagante veneno a mi boca y sentí mi cuerpo car fuera de mí.  Fue en verde espesura que  me hiso retornar ante el roce de los labios sabor cereza en aquel pantano olvidado de todo rastro de luz sólo un par de velas hacían la diferencia entre la sensual figura y la obscuridad total.

Justo ahí, donde se juntan los cuervos a media noche. Enredado en los cabellos de la nueva deidad.

Justo ahí encontré mi final, justo ahí mi vida cobró sentido.

Cerca.


En el obscura alma, muy dentro del abismo protector, la última llamarada de la vida finita. Un único resplandor entre las tinieblas, Justo donde nadie puede alcanzar la esencia más pura. ¿A dónde he de terminar? Las tardes lluviosas  son para tratar de ser felices y ni siquiera puedo sentir una gota en mi piel. ¿Tan dormido estoy? La tarde pasa sin tener algún efecto en mí, no existe el hambre, no existe la necesidad. He caído tan bajo que olvidé estar vivo.

Pasan las semanas hasta que algún brote de existencia emana desde mis adentros. Una extraña noticia ¡Oh señores míos! Nunca había imaginado aquella sorpresiva visita, una imitadora de la dulce muerte toca la puerta… impostora.

Y entonces bebimos y también fumamos y me vi extasiado ante la visita noctambula. Embriagado por licores con un distinguido sabor espectral. Ahí estaba, la mismísima encarnación de la muerte, observándome a los ojos, lista para hacerme suyo.

Entre las lamas que encienden el cigarrillo puedo leer el destino de los ecos que hoy me mantienen un poco cuerdo, no es bueno. Si tan sólo pudiera encontrar en medio de las etéreas formas que ahí danzan algún indicio de un futuro mejor, juro que me aferraría al amanecer. Pero sólo vero más y más desolación incluso en medio de las cenizas cambiantes.

Tarde bastarda.

Si algún día paso frente a ella, sonreiré, dejaré ver un mundo mejor, la mentira debe prevalecer incluso con las heridas sangrando.  Mentir en cada movimiento, cada mirada y perderme un segundo más. La distancia del tiempo estará ahí después de esa tierna sonrisa brotando del alma. La vida triste seguirá, con un suspiro diré “adiós”. Acomodaré mi gabardina y seguiré mi camino.

Ella es la triste imagen que me mantiene despierto, aun en mis múltiples intentos de suicidio, Azrael muestra sus lágrimas y otro triste latido regresa la vida.

Levanta el vuelo en la madrugada. Desde la tierra distante un grito más sórdido de lo que es humanamente posible. Quisiera no poder escuchar los ecos que me llaman a encontrarle, a buscar en cada rincón posible hasta volverla a ver. Las grandes arenas desérticas apaciguan la desesperación cambiando el fuego por los viejos canticos sobre las tormentas. Cae la calma, otra noche en el recóndito abismo.  Siempre vacío, siempre muerto… el aparecer de alguna estrella distante es la más grande maravilla, distrae el lamento. ¡Oh! Mi siempre hermosa Consuelo.

Bailando en mi memoria día y noche ¡Por fin! Otra señal de que estoy vivo.

La única razón para abrir los ojos, inflar los inútiles pulmones y desatrofiar las hebras pútridas ya acostumbradas a arrastrarse. Desde lo más profundo del tétrico mausoleo tenía que emerger, tarde o temprano, mis mayúsculos esfuerzos desarrollaron en mí la más cruda indiferencia, casi cadáver descompuesto. A paso arrastrado, sólo los desdichados tiemblan de esa manera. Camino entre los tristes escombros la vida parece llamar, el hambre será saciada, la obscuridad dejará de doler… Hasta entonces sólo he de encontrar refugio en las aguas de la tormenta naciente.

Hacia otro lugar.


Cuando vi por vez primera a aquella quien viaja a través de los espejos, una tarde bastarda y jodida. Problemas con la familia, problemas con el vecino y uno que otro impulso suicida asomándose penosamente por la ventana de mi habitación, un triste rincón a la deriva del mundo. Un universo alterno donde la esperanza y el calor son una simple ilusión y la vida, día a día, pierde un poco más de fulgor. Más un rayo de luz tenía que entrar y poner esa microdimención de cabeza. Un paraíso se había aparecido frente a mí y sólo puede volver a dormir. ¿Dónde quedó la fascinación?...

“Justo dónde te niegas a buscar”-Segundos más tarde una voz familiar resonó en mi cabeza. Como una luz intermitente resonando en mi mente “Una cucharada más, estarás bien” Escucho al fondo de la sucia habitación. Un mierdero de poca monta. La típica autodestrucción volviendo para terminar conmigo.

Por favor ¡MATAME!

Me sangra el cerebro.


Alguna vez hace mucho tiempo cuando las flores solían brotar, una pesadilla emergió de la nada, el triste destino. El invierno interno. La noche doliente. Libros tirados y té frio sobre mi buró. Una que otra colilla, ceniza y suciedad. No esperes que despierte, no esperes que abra los ojos y vea que estás ahí. En su momento, será demasiado tarde.

Dije que moriría pero mi palabra vale demasiado poco. Hoy simplemente encontraré el confort de la inconsciencia en mi deporte favorito, el suicidio.

Amaría poder decirte que puedo sobrevivir… más la esperanza es una simple burla a la realidad. Amo mi campaña de odio, me recuerda lo que era estar vivo.

El dulce odio, alimento del maldito, alimento y alma de los condenados a vivir. Carroña viviente jugosa y purulenta retorciéndose en el mundo bello. Un cáncer consiente… ¡Alimenten la demencia! ¡Fertilizante perfecto para esta herida en la realidad!

martes, 9 de abril de 2019

Vacío infinito.

Perdona si quebranto
el implicito voto de silencio
al cual nos hemos sometido.

Sólo
por una noche
déjame
recordar.

Ha sido tanto el tiempo
que llevo extraviado mas allá
de los limites de la locura.

Me encuentro
entre arenas
y obeliscos
de obsidiana.

Demasiado lejos de ti
como para pretender ser escuchado.
Sólo hablo al viento.

No pierdo
nada
intentándolo.

Estoy cruzando el portal
de las esperanzas perdidas
rumbo a mi destino.

En lo más
profundo
del abismo.

Herida punzante.

Te estoy
eternamente agradecido
por mostrarme como se siente
perder las esperanzas.

Y morir por dentro.

Solía ser
tan increíblemente ingenuo
pero he aprendido
a simplemente
no hablar.

No hay nada
que pueda calmar
mis ansias.

No me queda
más remedio
que acostumbrarme
a cargar
con esta marca.

Al menos tengo
un recuerdo
que pueda añorar.