por aquellas pendientes
que separan el ayer y la muerte
pude escuchar al relámpago
surcar los cielos grises.
Todo lo que alguna vez
pudo llegar a suceder.
Cuando las manecillas
al fin cesaron su movimiento
los instantes innumerables
pudieron al fin llegar
a conocer la eternidad.
Justo como al cerrar los ojos
antes de ver la obscuridad.
En el ocaso de la vida
la cordura pierde sentido
mientras los instantes
se vuelven eternamente
duraderos y calcinantes.
Mis sentidos se entumecen
con el sonar de la campana.
Al igual que la ceniza
habré de dispersarme
junto con el viento
que con su furia
azota la ciudad.
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