El sonido del tren escarbaba en la noche.
Reclamaba su puntualidad con ligeros sismos anunciantes de su presencia.
Se encaminaba hacia su destino fantasmal,
aquel que figuraba ser la soledad rellena de tierra y uno que otro árbol polizonte.
Testigo y cómplice de vandalismo ciego,
aquel susurro de la inconformidad existencial.
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