Mi contagioso desdén
por fin me ha llevado al punto cero.
Necesitado
de la luz
de los días felices.
Mi dulce, dulce polilla resplandeciente
llévame a esos campos.
Sabes que no puedo caminar sin ayuda
sostenerme
como siempre lo haces
con esa sonrisa
siempre irónica
siempre doliente.
Mi más bello tesoro
mi único consuelo en las noches más frias
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