jueves, 11 de abril de 2019

Cerca.


En el obscura alma, muy dentro del abismo protector, la última llamarada de la vida finita. Un único resplandor entre las tinieblas, Justo donde nadie puede alcanzar la esencia más pura. ¿A dónde he de terminar? Las tardes lluviosas  son para tratar de ser felices y ni siquiera puedo sentir una gota en mi piel. ¿Tan dormido estoy? La tarde pasa sin tener algún efecto en mí, no existe el hambre, no existe la necesidad. He caído tan bajo que olvidé estar vivo.

Pasan las semanas hasta que algún brote de existencia emana desde mis adentros. Una extraña noticia ¡Oh señores míos! Nunca había imaginado aquella sorpresiva visita, una imitadora de la dulce muerte toca la puerta… impostora.

Y entonces bebimos y también fumamos y me vi extasiado ante la visita noctambula. Embriagado por licores con un distinguido sabor espectral. Ahí estaba, la mismísima encarnación de la muerte, observándome a los ojos, lista para hacerme suyo.

Entre las lamas que encienden el cigarrillo puedo leer el destino de los ecos que hoy me mantienen un poco cuerdo, no es bueno. Si tan sólo pudiera encontrar en medio de las etéreas formas que ahí danzan algún indicio de un futuro mejor, juro que me aferraría al amanecer. Pero sólo vero más y más desolación incluso en medio de las cenizas cambiantes.

Tarde bastarda.

Si algún día paso frente a ella, sonreiré, dejaré ver un mundo mejor, la mentira debe prevalecer incluso con las heridas sangrando.  Mentir en cada movimiento, cada mirada y perderme un segundo más. La distancia del tiempo estará ahí después de esa tierna sonrisa brotando del alma. La vida triste seguirá, con un suspiro diré “adiós”. Acomodaré mi gabardina y seguiré mi camino.

Ella es la triste imagen que me mantiene despierto, aun en mis múltiples intentos de suicidio, Azrael muestra sus lágrimas y otro triste latido regresa la vida.

Levanta el vuelo en la madrugada. Desde la tierra distante un grito más sórdido de lo que es humanamente posible. Quisiera no poder escuchar los ecos que me llaman a encontrarle, a buscar en cada rincón posible hasta volverla a ver. Las grandes arenas desérticas apaciguan la desesperación cambiando el fuego por los viejos canticos sobre las tormentas. Cae la calma, otra noche en el recóndito abismo.  Siempre vacío, siempre muerto… el aparecer de alguna estrella distante es la más grande maravilla, distrae el lamento. ¡Oh! Mi siempre hermosa Consuelo.

Bailando en mi memoria día y noche ¡Por fin! Otra señal de que estoy vivo.

La única razón para abrir los ojos, inflar los inútiles pulmones y desatrofiar las hebras pútridas ya acostumbradas a arrastrarse. Desde lo más profundo del tétrico mausoleo tenía que emerger, tarde o temprano, mis mayúsculos esfuerzos desarrollaron en mí la más cruda indiferencia, casi cadáver descompuesto. A paso arrastrado, sólo los desdichados tiemblan de esa manera. Camino entre los tristes escombros la vida parece llamar, el hambre será saciada, la obscuridad dejará de doler… Hasta entonces sólo he de encontrar refugio en las aguas de la tormenta naciente.

Hacia otro lugar.


Cuando vi por vez primera a aquella quien viaja a través de los espejos, una tarde bastarda y jodida. Problemas con la familia, problemas con el vecino y uno que otro impulso suicida asomándose penosamente por la ventana de mi habitación, un triste rincón a la deriva del mundo. Un universo alterno donde la esperanza y el calor son una simple ilusión y la vida, día a día, pierde un poco más de fulgor. Más un rayo de luz tenía que entrar y poner esa microdimención de cabeza. Un paraíso se había aparecido frente a mí y sólo puede volver a dormir. ¿Dónde quedó la fascinación?...

“Justo dónde te niegas a buscar”-Segundos más tarde una voz familiar resonó en mi cabeza. Como una luz intermitente resonando en mi mente “Una cucharada más, estarás bien” Escucho al fondo de la sucia habitación. Un mierdero de poca monta. La típica autodestrucción volviendo para terminar conmigo.

Por favor ¡MATAME!

Me sangra el cerebro.


Alguna vez hace mucho tiempo cuando las flores solían brotar, una pesadilla emergió de la nada, el triste destino. El invierno interno. La noche doliente. Libros tirados y té frio sobre mi buró. Una que otra colilla, ceniza y suciedad. No esperes que despierte, no esperes que abra los ojos y vea que estás ahí. En su momento, será demasiado tarde.

Dije que moriría pero mi palabra vale demasiado poco. Hoy simplemente encontraré el confort de la inconsciencia en mi deporte favorito, el suicidio.

Amaría poder decirte que puedo sobrevivir… más la esperanza es una simple burla a la realidad. Amo mi campaña de odio, me recuerda lo que era estar vivo.

El dulce odio, alimento del maldito, alimento y alma de los condenados a vivir. Carroña viviente jugosa y purulenta retorciéndose en el mundo bello. Un cáncer consiente… ¡Alimenten la demencia! ¡Fertilizante perfecto para esta herida en la realidad!

martes, 9 de abril de 2019

Vacío infinito.

Perdona si quebranto
el implicito voto de silencio
al cual nos hemos sometido.

Sólo
por una noche
déjame
recordar.

Ha sido tanto el tiempo
que llevo extraviado mas allá
de los limites de la locura.

Me encuentro
entre arenas
y obeliscos
de obsidiana.

Demasiado lejos de ti
como para pretender ser escuchado.
Sólo hablo al viento.

No pierdo
nada
intentándolo.

Estoy cruzando el portal
de las esperanzas perdidas
rumbo a mi destino.

En lo más
profundo
del abismo.

Herida punzante.

Te estoy
eternamente agradecido
por mostrarme como se siente
perder las esperanzas.

Y morir por dentro.

Solía ser
tan increíblemente ingenuo
pero he aprendido
a simplemente
no hablar.

No hay nada
que pueda calmar
mis ansias.

No me queda
más remedio
que acostumbrarme
a cargar
con esta marca.

Al menos tengo
un recuerdo
que pueda añorar.

lunes, 8 de abril de 2019

Tacto.

Este cuerpo gélido
e inmóvil.

Mi aliento de cadáver
y mi mirada perdida
me hacen dudar
sobre seguir con vida.

Luzco
... tan decrepito.

No sé como me atrevo
a seguir respirando
pero es un milagro
que pueda hacerlo.