que habita en tu interior
aquel tesoro invaluable
que nadie más ha visto.
Puedo estar ciego
para el cálido fulgor
que azota mi piel.
Escucho tu nombre
a la deriva del abismo
oculto en un tumulto
de voces espectrales.
Un sueño recurrente
que noche tras noche
me hace gritar herido.
Gracias a ti caminé
por los confines baldíos
de una realidad rota
y desechos vivientes.
No debería guardarte
ningún tipo de rencor.
¡Oh! Querida mía.
Logré ser mi propio
reflejo de la inocencia
tan sólo para ver
mi repugnante naturaleza.
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