sobre un horizonte rojizo.
Las nubes negras opacan
el cuelo apocalíptico
de una noche de eterna soledad.
Me pregunto a menudo
que pésima decisión
habré tomado
para terminar así.
¿Qué tanto debería odiarme?
Tal vez nunca lo sepa.
Eso está bien.
De lo contrario
dejaría de ser divertido
gritar en agonía.
Pero bueno, es de esperarse
que nada de esto me importe.
Aquello en lo que
el eterno rechazo
me ha orillado a ser
y no espero
que logres entenderlo.
Pues me detesto tanto
que ya nada me importa.
Tan sólo necesito
repartir mis heridas.
Tratando de deprimir
a quien se ponga
en mi camino.
Puede llegar a ser
bastante satisfactorio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario