Los sabuesos de Averno
tan implacables
tan deceosos de tener
entre sus fauces
mis tristes interiores.
Vomitaron
la carne, rancia y toxica.
Aúllan
sólo el abismo escucha, siempre es así.
Un simple suspiro
apático y muerto
termina uniéndose
junto
hermosos lamentos.
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