Libertad.
Somos carnada de ojos que gritan
perseguidos por sombras,
susurros que yacen en pensamientos.
Escarban en cicatrices,
clavando su aguijón tan profundo que su aroma se va perdiendo en el dolor.
Se ensordece. Va comiendo la carne mientras más le crece la sonrisa.
La sangre lava sus huellas,
juegan a ser invisibles tapándose el rostro con las manos.
Sin embargo pasamos cerrando, apretando los ojos sin remordimiento.
Hasta que por costumbre se queda ahí, durmiendo.
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