jueves, 1 de noviembre de 2018

Tres metros bajo tierra.

Oculto en pantano de raíces
retorcidas decrepitas y sangrantes
oculto de la cruel ninfa silvestre.

Tan cruel como la presencia
de la tierna voz que resuena
en mi cabeza todas las noches.

Cobijandome en fría ventisca
temblando ante la presencia
del astro nocturno.

Pues sólo la brisa del invierno
me aleja de la silueta
remarcada al cerrar los ojos.

Existe un dolor emergente
de una siniestra treta escondida
justo aquí, donde todo comenzó

El incienso no suele equivocarse
he visto como la neblina aparece
buscando una despedida

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