Bienaventurados
los cuervos que visitan
este cuerpo.
Pues
son la única compañía
para el condenado.
Aferrado a las arenas
que el tiempo dispersa.
Entendidos del idioma que el odio
susurra incesante en el alma
Justo como algún demonio
que desde el Averno
observa.
No existe consuelo
y la esperanza
es simplemente patética.
Derrama el carmesí
en nombre del maldito
y los ecos abisales.
El despertar comienza
en el dolor.
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