justo frente a mis ojos
dejándome por siempre
Nada debería importarte menos que mi destino, así como yo no me preocupo de lo que pueda ser de ti. Tan dispersos como el caos hubiera dispuesto, pero terminé llegando justo aquí , dónde toda pesadilla vio la luz, dónde todo comenzó. Cual zombi muriente en noche de luna llorosa, ahogado con en la más densa culpa, las horas se volvieron eternas. He cometido tantos pecados en esta deplorable escusa de existencia que no veo la hora de morir. Tan sólo eso me queda. El dulce confort de la muerte.
Tres metros, bajo el nivel de la tierra son todo lo que nos separa, puede parecer muy poco cuando se tratan de mundos completamente distintos y una expectativa de vida, mucho más corta. Las millas se hacen mucho más largas en cuanto más tiempo pasa y nada pareciera ser real.
Un par de pesadillas y dulces recuerdos vuelven a traer tu aroma a mi. Vuelves para recorrer mis venas sólo por un pequeño momento. Después de todo eres la única mujer que he querido o al menos que en realidad me ha importado lo suficiente como para intentar ser no tan yo.
Pero bueno, de algún modo logré llegar a ser un poco mucho peor, logré deshacerme de todo aquello que en algún momento me volvió humano. Como si una parte de mi se hubiera roto de tal manera en que prácticamente hubiera desaparecido por completo dejando tras de si una estela de agonizante penumbra y odio. No sé como es que, al final, terminé haciendo mía aquella horrida masa de amargura y decepción.