viernes, 24 de enero de 2020

Esmeralda.

Pudiste haber obtenido
lo que realmente merecías
pero debí contenerme
antes de manchar mis manos.

Dime que pronto
por fin lograré
alcanzar tu sueño.

Aquel bello prado
que la muerte resguarda.

Sólo di las palabras
que nunca esperé
llegar a creer.

Mis manos tomarán
con fuerza tu garganta
y te arrastraré a la tierra muerta
de la cual he escapado.

Esa es la única razón
que tengo para
mantenerme con vida.

Pues no hay nada en el mundo
que de verdad me importe

Pues sólo existo
para arrancarte
de este plano.

Buenas noches.

Abre bien los ojos
que cuando menos lo esperes
habré consumado
mi venganza.

No es ningún secreto
que vivo sólo
para verte arder.

Soy consiente
de que esta campaña
terminara
conmigo.

Pero el odio es fuerte
y me he quedado
sin nada que perder.

Obligarme a ser
todo aquello que esperas
o simplemente
cállate.

No hay palabras
que logren
hacerme volver.


Derrama lágrimas
negras, marchitas e hipócritas
que tu discurso
no basta.

Sacrifica la sangre
en un altar decrépito
para hacerme escuchar.

Sólo entonces
obtendrás toda mi atención
y recorreré por siempre
tus venas.

jueves, 23 de enero de 2020

Dulce desdicha.

No deberías sorprenderte.
Te odio tanto como para
abrazar a la obscuridad
que condena eternamente.

No tengo más remedio
que claudicar esta eterna
búsqueda de libertad.

Tal como temía
me he encontrado
frente a la más obscura
de las verdades.

No sé como puedes
atreverte a mostrar
tu asqueroso rostro.

Después de haber
convertido mi vida en
una eterna cruzada
hacia el abismo.

Pues no hay nada peor
que incitar la muerte
de los sueños ajenos.

¿Puedes culparme?

       No importa
    cuanto supliqué
          por un poco
     de clemencia.

        Las visiones
     y sonidos
nunca se detuvieron.

     Sólo una mano
se atrevió a ofrecerme
    su ayuda.

   Efectivamente
    se trataba
 de una mano decrépita
        y sepulcral.

¿Habré vendido
              mi alma?
   ¿Valió la pena?

No hubo tiempo
           para mirar su rostro
     pero recuerdo su nombre.

      Prometí fidelidad
         y sacrificios
     al gran señor
     de la discordia.

          El único que miró
      directamente
  a mi alma corrupta.

         Sonrió efímeramente
          y me mostró
mi verdadero destino.

miércoles, 22 de enero de 2020

Oculta.

Al igual que todo
me he marchitado.

Veo como mi vida
termina lentamente
mientras el crujir
interno e indicioso
augura la muerte.

Pero eso ya lo sabes.

Merezco morir
bajo mi propia mano.
Lo tengo ben merecido.

Los felices días terminan
pero el tormento no.

Así que, bienvenida seas.
Puedo prometerte
que sufriré lo mismo que tu
e incluso intente matarte.

Haría lo que fuera para escapar.

Del eterno martirio
Que significa mantenerte
por siempre en mi memoria.

Cuando abro los ojos
y vuelvo a escuchar tu voz.

Sé que nada podrá solucionar
los innumerables errores
que he cometido pero
al menos debería intentarlo.

Ya no puedo seguir así.

Entendimiento.

Permiteme presentarme
e intenta no juzgar las heridas
que deforman mi antebrazo.

Nunca me ha importado
herir mi propia piel
para intentar sentir
cualquier cosa.

Puedo estar destruido
pero nunca morderé
una mano gentil.

Debo estar agradecido
con quienes me mostraron
el infierno que me espera
pero perdonar, no es lo mio.

Puedo llegar a ser
completamente benévolo
pero es tiempo se ha terminado.

Puedes mostrar orgullosa
aquella puta medalla
Que tanto crees merecer
pero no engañará al infierno.

Y es que te conozco tan bien.
Lo suficiente como para ver
aquella sombra que te carcome.

martes, 21 de enero de 2020

Impío.

He intentado evitar
por demasiado tiempo
aquello que el futuro implora
por mostrarme.

Puede que al fin
hallas logrado ver
la corrupción.

A mi ya no me importa
intentar ayudarte.

Tomaste mis esperanzas
e hiciste de mi mundo
un infierno solamente para
alimentar tu vanidad.

No esperes que pueda
permitirme olvidar
tu rostro sonriente.

Ni cada una de las palabras
que emergieron de tu boca.

Siempre he sabido
que la desolación es inminente
y que sólo necesito un par
de malos momentos.

Para volver al infierno
y ser condenado a vivir
por siempre encerrado.

En una habitación
blanca y acolchonada.