Siempre me has dicho que por siempre
habrás de atesorar cada momento
que hemos vivido juntos.
No es hora de arrepentirse
por lo que he dejado atrás.
Debo abandonar el canto de los angeles
para adentrarme en el insondable abismo
que a soledad perpetua trae consigo.
¿Acaso no pudes ver en dónde estamos
y hasta dónde hemos llegado?
Escuché miles de veces a mi hermana
romantizar el eterno silencio que existe
fuera de sus débiles timpanos.
No te atrevas a olvidar
ni un sólo segundo de claridad
lo afortunada que has sido
por llegar a ser sólo carne.
No después del tomento
al que me he sometido
por inumetables existencias.
Ya quisiera ser yo tan valioso
cómo para poder imitarte.
Sin embargo soy tan sólo un hombre
que a duras penas llega a ser escuchado
en medio de esta ciudad de mierda.
No me pidan que ame la ciudad
que desde siempre me ha escupido.
Ahora es cuándo comprendo
aquellas ansias por cortar raices
y desacerme por siempre
de aquello que consideré un hogar.
Sin embargo no mentiré al decir
que una isla puede sobrevivir.
Conozco bien el destino
que deberé de afrontar si acaso
desido deter mi marcha.
Simplemente no puedo
permitirme tal deshonrra.
Pues mi naturaleza
siempre ha sido barbara
y por mis venas corre si bien
la sangre de un hombre
también la de una bestia.
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