de la sala de torturas
donde terminaré
el resto de mis días.
Entre gritos e inconciencias
pude encontrar la luz.
Sin embargo decidí cerrar los ojos
y adentrarme en los confines
del abismo espectral.
No puedo soportar el sol
ni mucho menos las luces
aturdidoras y disonantes
que bombardean la ciudad.
Tanto tiempo ha pasado
que mis ojos son insensibles.
Perdóname si acaso
la belleza y el encanto
de la qué tanto hablas.
Son completamente ajenos
a mi atroz realidad.
Una vez has muerto y caído
todo se volverá terriblemente
insípido e incoloro.
El viento soplará y el sonido
ya no tiene efecto alguno.
Tan sólo un día como cualquier otro
en una existencia sin sentido
ni propósito alguno
al cual pueda aferrarme.