cuando las luces centellantes
comienzan a ladrar terriblemente.
Un desfile de convulsiones
hace que la noche sea eterna.
Sangré incontrolable hasta
perder la conciencia y lucidez
con el resplandor de la luna.
En medio de espasmos y sudores
las pesadillas se vuelven más vividas.
Tan sólo tras la muerte
podré volver a encontrar
aquel tesoro perdido.
Abandoné toda esperanza
al cruzar el umbral del tiempo.
No soy más que una consecuencia
nacido del abandono y el frío
que la indiferencia acompaña.
No me preguntes como es que
prefiero la obscuridad absoluta.
No puedo soportar el sonido
del eterno va y ven cotidiano
que alumbra la ciudad.
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