domingo, 8 de marzo de 2020

Gracia perdida.

Desde aquella vez que cerraste los ojos, con enorme decepción y las lágrimas trazaron el contorno de tu rostro. No he logrado conciliar el sueño. Tu voz sigue merodeando las noches interminables en las que juego a hacer de mi sombra el recuerdo vivido de la conciencia imaginaria, de quien solías ser tu, en quien solía confiar. Verás, me he vuelo un poco solitario, lo suficiente como para que expresar lo que siento sea sólo una molestia más. Que no te sorprenda entonces que el odio, me resulte tan, pero tan liberador y vigorizaste.

Aprendí tres de cosas ese día: La primera es que intentar cambiar quien soy es una perdida de tiempo y la segunda fue que no importa cuanto me engañe a mi mismo lo cierto es que soy incapaz de encontrar un lugar en el mundo al cual pueda pertenecer... La tercera fue la más importante y es que al parecer cualquier intento por salir de las sombras será inútil. Así que sólo me queda esperar a que las cosas cambien o todo termine, lo que pase primero.

Porque incluso cuando han pasado, no sé cuantos años, sigo manteniendo un culposo vestigio de esperanza... Tan despreciable como para querer arrancar cada uno de los días pasados de mi memoria a punta de brutales descargar.

¿Que puedo decir? Se supone que yo soy el enfermo que debe ser retenido ¿Por qué he de oponerme a su omnipotencia?

Honestamente prefiero seguir su juego que intentar demostrar que tan ciegos son en realidad, pero bueno, eso es algo que tu ya debes de saber. Así que simplemente seguiré sumergido en el delirio, sin importarme acaso si mi humanidad se extingue lentamente, es un sacrificio que ofreceré con gusto. Sé buen cuanto deseas que abandone esta prisión, a la que me has confinado. No tengo motivos, para romper el silencio, mirarte a los ojos y declarar cuanto te he extrañado.

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