en lo que pareciera ser
una chinampa improvisada
escondido se encuentra
un triste cadáver.
Con la miseria
impregnada en sus ojos
y los intestinos afuera.
Con el horror de una
muerte atroz marcada
en las cuencas de sus ojos.
Tan angelical cómo el día
en que la vi por primera vez.
Sus piernas al aire me recuerdan
los buenos momentos que
llegamos a pasar juntos.
Pero ya es demasiado tarde
para tan siquiera intentar
volver sobre mis pasos
y pretender que soy inocente.
No pude atreverme a desvanecer
todo lo que quedara de ella.
Sus restos volverán conmigo.
El trofeo que siempre has
querido llegar a ser.
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