Déjame volver, amada mía. Que la noche le pertenece a intrépidos hijos de perra cómo lo suelo ser yo. Que el aire que respiro siempre será insípido si no te encuentro al despertar, ni mucho menos al encontrarme completamente ebrio escribiendo en la puta madrugada. Deambulando durante horas me volveré inconciencia encarnada en texto de corazón desgarrado.
Me viste cuando alcancé la cumbre pero me abandonaste cuando me encontré en lo más bajo, sin embargo me encuentro igual de inmortal que siempre. Dejé de intentar matarme cuándo vi que ni el cielo, ni el infierno podrían aceptarme. Así que volví solamente para reclamar tu alma y aquello que me pertenece.
¡Ninfa adorada! Déjame recogerte como cuando tu confianza me pertenecía.
Tengo la necesidad de conservar aquella sonrisa que mantengo cómo ideal de eterna felicidad negada desasosiego de sentidos; Musa intrépida, dame el dolor necesario para hacerme uno con la naturaleza de la eterna demencia.
Que tu nombre es heroína para el gran poeta que mantiene viva la esperanza de recobrar aquello que ha asesinado. Dime amor, cómo recobrar aquello que el mundo se encargó de arrebatarme y verás cómo no descansaré hasta recobrarlo; Pues vales la pena, y por siempre serás aquello que a mi vida le dará sentido. Mis venas serán testigos de cuánto adoro cada segundo que me reste en esta vida e incluso cuando sólo la muerte me brinde aquella suerte que tanto he buscado seré bendecido.
Imagen generada por I.A.
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